Ideas colosales de hormigón y ángulos rectos
se erigen imponentes e inmutables,
sin mirarnos a las hormigas
con nuestras vidas mecanizadas.
Su silencio desinteresado habla a gritos
de su pretendida inmortalidad
ignorando con agresiva deliberación
que todo su poder es prestado.
Pero cae la tarde y con ella
se abre la puerta entre los mundos.
Y los colores se desdibujan y las formas se van a dormir.
Y mientras todos estos leviatanes de corazón vacío
se preparan para que los acicalemos,
lamiéndoles el óxido entre las juntas,
dándoles otra fina capa de pintura,
pequeñas chispas de oportunidad empiezan a bailar entre las sombras.
Y el narrador dentro de nosotros espera
el momento en que dejemos la puerta abierta y el pasillo despejado.
el momento en que dejemos la puerta abierta y el pasillo despejado.
Y la vida pueda entrar como una ola
y zapatearlo por el suelo entre carcajadas
y el caos vuelva a dar sentido al orden
y las historias vuelvan a significar algo.